Niño Jesús dormido
- Autor: Anónimo
- Época: Siglo XVII
- Obra: Marfil hispanofilipino
- Ubicación: Convento de la Pasión (MM. Agustinas) San Felices de los Gallegos (Salamanca).
IMAGEN Y TEXTO OFRECIDO POR LA FUNDACIÓN DE LAS EDADES DEL HOMBRE

El arte desarrollado en las Islas Filipinas a partir del asentamiento de los españoles en los años finales del siglo XVI tuvo como motor principal la necesidad de imágenes para el culto en una zona por completo ajena a la cultura europea. La presencia de los llamados sangleyes, chinos residentes en las Islas y hábiles artífices de muchas de las ramas de las Bellas Artes, facilitó su producción y con ello el proceso de la cristianización destacando su labor en la talla del marfil de la que es una bella muestra esta escultura del Niño Jesús Dormido.
Con los ojos de gruesos párpados cerrados como una valva insinuando la doble curva, de corta nariz y boca policromada en rojo vivo, rodea su óvalo de rizosa cabellera dorada con una ligera moña sobre la frente a la moda española de los primeros años del siglo XVII. Sus manos gordezuelas con hoyitos presentan los dedos la misma altura de una línea horizontal. Apoya su cabeza sobre el brazo derecho doblado hacia arriba dejando caer el izquierdo sobre su cuerpecillo de rolliza anatomía. El dorso, de talla más somera, permite apreciar la corta melena sobre el cuello, la blandura del modelado de la carne y la textura del fino material empleado.
El tipo de los Niños Dormidos es muy común en el área colonial portuguesa pero se ha localizado también ejemplares de caracteres hispanofilipinos como el de la Catedral de Sigüenza o el de las Monjas benedictinas de Sahagún, al que recuerda especialmente este ejemplar de las Agustinas. La diferencia con los procedentes de los talleres luso-indios es la distinta factura del cabello, más naturalista en lo filipino que también cuida el tratamiento anatómico con menor esquematismo como puede comprobarse si se le compara con el Niño de marfil de la Walters Art Gallery de Baltimore o el que se conserva en Monterrey, más en la línea de los portugueses pues con la misma postura y caracteres parecidos presentan una anatomía más delgada.
Los Evangelistas narran el Nacimiento del Niño y le presentan envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Su representación se asocia a la de la Virgen María que le sostiene en sus brazos como puede verse en la Catacumba de Priscila (Roma, siglo II) pero por devoción franciscana y como imagen de devoción aparece sólo desde los años del gótico. La divulgación de esta imagen cobra su mayor esplendor en la época barroca cuando, en casos, con sentido pasionista, le acompañan sus correspondientes símbolos como recuerdo del texto de Santo Tomás de Aquino El primer pensamiento de Cristo fue para su cruz. En otros muchos casos aparece simplemente como un Niño, dormido o despierto en cuya imagen subyace el pensamiento cristiano de representar la figura de Jesús revestida de nuestra Humanidad en la edad indefensa de la Infancia.
No se conoce la procedencia de esta esculturilla pues al parecer el Archivo conventual se quemó en los años de la invasión francesa. Sí se sabe que a finales del siglo XIX se envió del convento una talla de madera procedente de Filipinas, pero en todo caso se conoce la importancia de la orden de los Agustinos en las Islas, la primera que pisó aquellas tierras, y su lógica relación con sus hermanos de España. Los conventos femeninos cultivaron especialmente esta devoción al Niño Jesús por lo que es lógico que los de esta Orden consiguieran con facilidad ejemplares filipinos y de hecho esta Comunidad posee además el Buen Pastor que también se exhibe en esta Exposición, pues, aunque es de arte indo-portugués muy probablemente fue enviado desde Filipinas.
Margarita Mercedes Estella Marcos