Aparición de Cristo a S. Juan de la Cruz
- Autor: Anónimo
- Época: Mediados del siglo XVII
- Obra: Óleo sobre lienzo
- Ubicación: Convento de Santa Teresa. MM. Carmelitas Descalzas (Valladolid).
IMAGEN Y TEXTO OFRECIDO POR LA FUNDACIÓN DE LAS EDADES DEL HOMBRE

La escena representa a San Juan de la Cruz orando ante un crucifijo de escultura, colocado sobre una mesa. Se establece un diálogo entre Cristo y el Santo. La forma de expresarse gráficamente es con un letrero de ida y vuelta, de boca a boca. El letrero está escrito en latín y con letras rojas. Dice así: “Ioannes quid vis pro laboribus.-Domine, pati et contemni pro Te”.
El tema ha sido debidamente esclarecido por Padre Federico Ruiz. San Juan de la Cruz se hallaba en Segovia cuando hizo llamar a su hermano Francisco, que vivía en Medina del Campo. Los dos hermanos, entrañablemente unidos, gozaron en este encuentro. Fue entonces cuando Francisco escribió una relación, en la que recoge la visión que tuvo San Juan de la Cruz. Había en el convento un crucifijo que movía mucho la devoción. San Juan lo llevó a la iglesia para que pudiera ser contemplado por los religiosos y por el pueblo. Hallándose un día en oración, advirtió que la imagen se transmutaba en visión de Cristo. De los labios del Señor brotó el ofrecimiento a San Juan de que le concedería lo que quisiere en agradecimiento a sus servicios. Pero la respuesta del Santo fue ejemplar: sólo pedía sufrir y padecer. Es exactamente lo que indica el letrero. En el libro “Dios habla en la noche» (1990), se ofrecen numerosos cuadros referentes a este tema. En el propio convento de Carmelitas Descalzos de Segovia, existe un cuadro de Cristo con la cruz a cuestas, que se considera original de la visión. Y efectivamente, pinturas de este asunto existen en los conventos de la Orden en Cádiz, Soria, San Lúcar de Barrameda, Pastrana, Aguilar de la Frontera y Segovia. Pero hay otra versión, la de que fue un crucifijo de escultura el objeto de la aparición. Así se manifiesta en un retrato del Santo conservado por los Carmelitas Descalzos de Úbeda. Es precisamente de este tipo el de Valladolid, que desde luego fue menos frecuente. La pintura enmarca en la corriente naturalista-tenebrista de la primera mitad del siglo XVII. La luz esparce su haz espléndidamente desde el crucifijo y cae sobre el rostro del Santo, sobre cuya cabeza destella el resplandor de la santidad.
Es pintura de la escuela vallisoletana, relacionable con la producción de Felipe Gil de Mena (1603-1673). Su fecha debe localizarse a mediados del siglo XVII. Aunque representa un pasaje de la vida de San Juan de la Cruz, el énfasis puesto en la cabeza induce a pensar que el autor ha deseado ofrecer un retrato. El Padre Jerónimo de San José, describe los rasgos físicos del Santo: «Flaco por la mucha y rigurosa penitencia; el rostro de color trigueño, más redondo que largo; calva venerable, la frente espaciosa; los ojos negros con mirar suave…». Se dice que Isabel de la Encamación mandó que le sacaran a hurtadillas un retrato durante su estancia en Granada. Pudiera ser el retrato que se conserva en las Carmelitas Descalzas de Úbeda. Pero hay otro más cercano, el custodiado en el convento de Carmelitas Descalzos de Segovia, que parece es el que mandó realizar el Padre Juan del Espíritu Santo, General de la Orden. El retrato del cuadro de la aparición de Cristo del convento vallisoletano ha de considerarse que se aproxima a la descripción mencionada.
Juan José Martín González