Misterios dolorosos del santo Rosario

  • Autor: Francesco Galleano
  • Época: Segundo cuarto del siglo XVIII
  • Obra: Madera de ciprés tallada y policromada (185 x 170 x 80 cm; 83 cm –Dolorosa-; 15 cm -Oración en el Huerto-; 32 cm –Flagelación-; 36 cm -Coronación de espinas- ; 34 cm -Camino del Calvario-).
  • Ubicada: Iglesia del convento de Santa Catalina (O.F.M. Capuchinos), Cádiz

IMAGEN Y TEXTO OFRECIDO POR LA FUNDACIÓN DE LAS EDADES DEL HOMBRE

El control del comercio americano por parte de Cádiz culminó en 1717 con el traslado desde Sevilla de la Casa de Contratación; con ello se aseguró su prosperidad en el siglo XVIII, provocando el incremento de su población y la ampliación de la urbe, en la que se asentaron un importante número de negociantes extranjeros, especialmente genoveses. Entre otras muchas mercaderías la escultura tuvo un lugar destacado, ya fuera en mármol o en madera policromada, más cercana al gusto hispánico. Gracias a la potente colonia genovesa, la importación de obras en mármol y madera precedió a la instalación de artistas ligures para abastecer la demanda local y la destinada a la exportación. En las primeras décadas del siglo XVIII llegan a Cádiz obras señeras del mejor escultor genovés del siglo XVIII, Anton Maria Maragliano (1664-1739), como el San Rafael del hospital de San Juan de Dios, y también de su mejor discípulo, Pietro Galleano (1687-1756), como el San José para los carmelitas de San Fernando; al mismo tiempo se asientan en Cádiz escultores formados en el gran taller maraglianesco como su propio hijo, Giovanni Battista Maragliano o el hermano menor de Pietro, Francesco Galleano (Génova, 1713- Cádiz, 1753), cuyo talento según Ratti, el biógrafo de los artistas genoveses, era superior al de su hermano, con el que debió formarse. Su presencia en Cádiz está documentada desde 1729 hasta su muerte en 1753, y de su producción, estudiada por Sánchez Peña, son pocas las obras conservadas (Cristo resucitado, iglesia de San Francisco, de 1729; Santa Bárbara, en la de San Francisco en San Fernando, Cádiz, de 1735, o las del oratorio del palacio Villareal Purullena en el Puerto de Santa María, de 1753), aunque se conservan unas pocas que se atribuyen fundadamente a su labor.

Entre ellas destaca este singular conjunto escultórico procedente del desaparecido convento gaditano de capuchinos, donde se ubicaba en un retablo bajo el coro de su iglesia; tras su cierre en 1970, fue depositado en el Museo de Cádiz. Sobre un fondo que imita un roquedal coronado con pinos y nubes se disponen diversos conjuntos escultóricos alusivos a los misterios dolorosos del Rosario: Oración en el Huerto, Flagelación, Coronación de Espinas y Camino del Calvario, a los cuales habría que añadir el de la Crucifixión, perdido desde antiguo. Las escenas, cuyo tamaño aumenta en función de su cercanía al espectador, recurso escenográfico habitual de los belenes italianos, evidencian su filiación genovesa por su cercanía a obras de Maragliano y su taller, al igual que sucede con la dramática imagen de la Virgen que, a mayor tamaño, preside el conjunto recordando composiciones radiales con el tema del Rosario utilizadas en siglos anteriores como, por ejemplo, el grabado del Sacri Rosarii Virginis Mariae, editado en Roma en 1584. La sobria policromía original del conjunto contrasta con el rico estofado que decora la imagen de la Virgen, renovado un par de décadas más tarde por un dorador de raigambre igualmente genovesa.

Además de cuestiones de estilo, su relación con la producción de Francesco Galleano se ve reforzada por la vinculación del escultor con el convento y con su principal mecenas, el comerciante genovés Thomas Miconi; de hecho, esta no sería la única obra que realizó para los capuchinos gaditanos, pues las dos esculturas de los santos de la orden canonizados en 1746, Fidel de Sigmaringa y José de Leonisa, que flanqueaban el retablo mayor también se atribuyen a su producción.

Miguel Ángel Marcos Villán

BIBLIOGRAFÍA

  • ARANDA, C., HORMIGO, E. y SÁNCHEZ, J. M., 1993, pp. 119-121.
  • SÁNCHEZ, J. M., 2006, pp. 116-125 y 239-243.
  • SÁNCHEZ, J. M., 2007, pp. 338-339.
  • SANGUINETTI, D., 2013, pp. 226 y 293-294.